Fue muy emotivo el encuentro entre la madre y la hija después de largas
horas de angustia y tensión.
El incidente se verificó muy de
mañana. Estábamos en la capilla, después de la oración de la mañana
cuando escuchamos unos gritos angustiosos. Toquidos persistentes a
la puerta. Conmoción, gritos... "Me la arrebataron de las manos, no
pude hacer nada... Se fueron por ahí, una camioneta verde, eran cinco
llamen a la policía, que los sigan, que no se la lleven...."
Los vecinos salen de las casas, la mamá se sienta en el umbral de
nuestra puerta. "Mi niña, mi hijita." Secretaria de
nuestra parroquia, madre de dos hijos. Ella misma fue violada, esta niña
se dice fue fruto de ese incidente catorce años atrás.
La chica iba al Instituto junto con una amiga de la familia. Al
salir de la casa, una camioneta parqueada cerca de la casa arrancó, les salió
por otra calle y las abordó. Preguntaban por una dirección y antes
de que las dos jóvenes tuvieran tiempo de alejarse, empujaron a la acompañante
de la chica --una maestra joven-- y forcejeando subieron a la chica a la
camioneta. "Me levanté como pude y intenté jalarla, pero me la
arrebataron de nuevo...Se llevaron a mi nena. Me la arrebataron",
lloraba angustiada la maestra, amiga de la madre.
Toda la comunidad se movilizó, las llamadas se multiplicaron... "Si
los ven pasar, avisen a la policía, una camioneta verde, placas.... la
secuestraron."
El maestro de computación del Instituto en el que estudiaba la chica,
inmediatamente puso la alerta en las redes sociales. Y en el curso de la
mañana, no se hablaba más que de eso en la zona y las comunidades.
Por la violencia presente en el área, Ciudad Quetzal, periferia de la
Cd. de Guatemala, es designada como área roja. Mucha es la gente que ha tenido
que cerrar negocios y abandonar su casa por la extorción. El ser chofer de bus
o taxista es participar de un trabajo peligroso por la cantidad de hombres que
han sido asesinados por no pagar la extorción exigida. Crece la presencia de la
droga y del crimen organizado. El área de Ciudad Quetzal es compuesta de
más de treinta colonias y nueve comunidades indígenas. Se estima que la
población es alrededor de 150,000 personas. Las noticias del día de
hoy hablaban de varios casos de secuestros a chicas, entre trece y quince
años. Se reportaba que una fue encontrada muerta, cerca de un río de
aguas negras... Muchas más reportadas como desaparecidas. Silencio en
tantos otros casos similares.
"Que ya le pidieron
rescate, pusieron un precio... que vaya sola... que no avise a la
policía." Nos llegaban las noticias con el correr de las
horas. El Párroco, nosotras las hermanas, y toda la comunidad al
pendiente de cualquier indicio que ayudara a recuperar a la joven.
Pero la señal de alerta ya
había sido sonada. Y la madre siguió una y otra pesquisa que la llevara a
su hija. Varios cuerpos de policía se movilizaron, agentes especiales
vinieron a la casa de la joven, indagaciones de continuo... la policía rondando
el área. No pueden haberse ido muy lejos.
Por la noche, vamos a una
pequeña comunidad. El sacerdote en la misa, pide por esta chica y otras
seis, que fueron secuestradas en la semana, todas de esta misma zona. Se
teme algunas ya hayan sido asesinadas. Pero no se tienen noticias, ni se
han encontrado los cadáveres. Es común que familias de adolescentes
secuestradas se amedrenten y callan. "Si avisan a la policía, si no
me entregan esta cantidad, la matamos."
El caso de esta chica fue
diverso. Algunas personas claves de la comunidad se enteraron de su
desaparición e inmediatamente se hizo pública.
La gente reza y se
moviliza. "Que no llegue la noche sin que la encuentren.
" Yo pido a Sta. Bakhita que proteja a estas chicas. Esta
santa sudanesa también fue raptada y torturada un sin fin de veces.
"Intercede por ellas, tú sabes lo que se siente."
Regresando a casa, una hermana
nos da la alegre noticia. "La encontraron.... La chica ya está en su
casa". Vamos de inmediato a verla, vive a una cuadra de
nuestra casa. La gente de todas las comunidades, algunas un poco lejanas,
se dió cita ahi para saludarla, abrazarla.
Al parecer el chofer de la
camioneta de secuestradores sintió compasión. "Yo también soy padre,
va, regresa a tu casa," le había dicho después de llevarla por una
zona no muy lejana. Encontrándose sola, libre, sin poder creer lo
ocurrido, después de horas angustiosas, la chica consigue tomar un taxi y
regresa a casa.
Al poco rato llega la mamá,
quien desde la mañana no paró de rodear las colonias circunvecinas, valles y
veredas de Cd. Quetzal y los alrededores, buscando a su hija.
Entra a casa corriendo,
gritando, "Dónde estás hija?" grita mientras corre con los brazos
extendidos para abrazar a la chica. Se abrazan, "hija, te amo,
¿qué te hicieron? Dime que no te hicieron nada." Se abrazan, se
besan, hablan en secreto. Las dos lloran. Hay lágrimas en los ojos
de todos los presentes. "No importa lo pasado, hija... todo sucede
por una razón. Lo importante es que estás aquí, de nuevo, que estamos
juntas." Y permanecen abrazadas por un buen tiempo. Una niña
de apenas dos años abrazaba una pierna de cada una, uniéndolas con su inocencia
e ingenuidad.
"Recemos un Padre Nuestro
en gratitud a Dios que le ayudó a volver". Dice la maestra,
amiga de la familia, quien desde la mañana no ha parado buscando a la
chica. Se hace un silencio reverencioso. Luego todos recitamos el
Padre Nuestro, y rezamos a María... "Dulce Madre, no te alejes....
María, cúbrenos con tu manto..."
La mamá y la chica, sentadas,
lloran de felicidad y gratitud. "Mira, has reunido a más gente que
un futbolista" le dice la hna. Sandrita con su habitual buen humor.
Todos los presentes ríen, la tensión se disipa un poco. La madre
agradece a Dios por la fortaleza y la solidaridad de la gente.
"Mi buen Dios, mi santa
madre que la protegió con su manto... y ustedes que no nos dejaron
solas..." La gente sigue llegando, al salir nos encontramos con otro
grupo. Hay gente dentro, fuera de la casa, por todas partes, convocados
todos por la gran alegría de haberla recobrado.
"Yo sí creo en la rosa de
Guadalupe" dice una. "Aquí hoy se ha obrado un
milagro...", añade otra. "Qué clase de bienvenida te da la
comunidad, tanta violencia", me dice una chica.
Para mí esto es el milagro de
la unidad de un pueblo sufrido, milagro obrado en la oración y en la
acción. Una evidencia contundente de que es posible vencer al mal y
cantar con gratitud al caer la noche. Es posible. Fue posible en el
caso de esta chica. Que lo sea también en el caso de tantas otras
víctimas, de sus familias que aún lloran y después de tanta angustia, les duele
hasta la esperanza.
Cecilia SIERRA S., Misionera
Comboniana en Guatemala